Texto: Albert López Vivancos
Palabras inspiradas por la imagen
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El príncipe observa desde la ventana de su torre el cielo azul que cubre el castillo del que se siente prisionero. Detesta el azul. Odia ese color. ¿Por qué diablos ha de ser un príncipe azul? Desearía ser rojo. Rojo como la pasión que hierve en su interior. Desearía poder alcanzar las ramas del viejo árbol que se encuentra frente a la ventana para descender de la torre y dejar de ser el maldito príncipe azul. Esas ramas secas, muertas, son el camino al rojo. Esas ramas son la clave para seguir vivo. ¡Está vivo! ¡Se siente vivo y rojo!
Su mirada se pierde en el horizonte. Allí podría pasar desapercibido. Sería un príncipe encubierto. Sería libre. Podría liberar las pasiones que surgen de lo más profundo de su ser, de lo más íntimo de su persona. Allí dejaría de ser azul.
Su mirada se pierde en el horizonte. Allí podría pasar desapercibido. Sería un príncipe encubierto. Sería libre. Podría liberar las pasiones que surgen de lo más profundo de su ser, de lo más íntimo de su persona. Allí dejaría de ser azul.
El príncipe observa de nuevo las ramas. Mañana intentará un nuevo salto.