lunes, 16 de febrero de 2009

Enamórame

***

Imagen: Diego Mauricio Granados Pérez
Texto: Albert López Vivancos
Palabras inspiradas por la imagen


La luz llega de lo lejos.
Es intensa, brillante.
Es profunda, penetrante,
radiante, resplandeciente.
No dejas de mirarla.
Te ciega
pero no puedes apartar los ojos.
Intentas ver más allá,
encontrar el principio,
la causa, la razón.
Buscas explicar,
aclarar, interpretar, justificar…
No cejas en tu empeño.

Llega la noche.
La luz desaparece
y tú esperas el nuevo día
para dejarte seducir por ella de nuevo,
para seguir buscando.

Pero de golpe te fijas en algo.
En algo que está delante de la luz.
En algo que está al alcance de la mano,
muy cerca,
tan cerca que ni te habías dado cuenta antes.
¿O quizás sí?
Sí.
En lo más íntimo sabías de su existencia
pero el afán por ir más allá
hacía que pasara desapercibido.

Observas,
ves cada detalle,
recreas tu mirada
y entonces descubres
que aquello que buscabas con anhelo más allá,
que el principio de la luz que creías más allá
está en realidad frente a ti,
al alcance de la mano,
muy cerca.

La luz deja de cegarte
y el alma grita íntimamente:
¡enamórame!

miércoles, 4 de febrero de 2009

Al oido


***
Imagen: Diego Mauricio Granados Pérez
Texto: Albert López Vivancos
Imagen inspirada por las palabras
I

Me sigue.
Me busca.
Nunca me pierde de vista.
¡Corre!
No dejes que te atrape.
El alma no puede ser cautiva.
El espíritu quiere ser libre.
¿Y si lo consigue?
¿Y si me atrapa?
¿Y si no puedo ser quien quiero ser,
si no puedo ser quién soy?
El aliento se fatiga,
las piernas se agarrotan,
no podrás seguir huyendo...

¿Huir?
No huyas,
tan solo haz camino.
Deja de correr.
Déjate atrapar.
El alma solo puede ser cautiva de ti mismo,
de ti y de Él.
Es Él quien te sigue,
quien no te pierde de vista,
quien corre...
¿detrás tuyo?
¡No!
Él corre contigo,
A tu lado.
Para poder ser como quieres ser,
para poder ser quien eres.
Para poder ser.

II

Ya no es necesario correr.
No hay que huir.
El aliento recupera su ritmo,
las piernas se relajan.
Caminamos,
el uno junto al otro.
El silencio nos acompaña.
Ese silencio
que a veces es escandaloso.
Hablamos.
Hablamos al oído.
Hay tantas cosas por decir.
La lista es larga pero tenemos tiempo.
El tiempo es nuestro aliado.
El tiempo y las palabras.


III

Detengamos nuestros pasos,
dejémonos llevar por todo lo que nos rodea.
Retengamos la vida en nuestras manos de su mano.
Hemos dejado de correr.
Todo está a nuestro alcance.
Nos hemos reunido.
Nos seguiremos reuniendo cerca,
en cada instante,
en cada aliento,
en cada paso.
Seguiremos hablando
siempre al oído.