viernes, 25 de abril de 2008

En el viento

Imagen: Diego Mauricio Granados Pérez
Texto: Albert López Vivancos
Palabras inspiradas por la imagen

* * *
Escucha con atención.
Inspira profundamente y deja que la brisa,
ese viento suave,
remueva primero tu superficie para después penetrar tu interior.
El aire del espíritu susurra en lo más profundo de tu ser.
Te habla constantemente, sin parar.
A veces es ininteligible su discurso.
A veces demasiado claro.
A veces, en apariencia, silencioso.
Pero cuantas cosas podemos extraer del silencio…
¿Se puede oír el silencio?
¿Puede hablarte el silencio?

¡Escucha!
¡Calla!
¡Entiende!

lunes, 21 de abril de 2008

Espérame

Imagen: Diego Mauricio Granados Pérez
Texto: Albert López Vivancos

Imagen inspirada por las palabras
* * *

Fíjate.
Fíjate allá a lo lejos.
¿Lo ves?

Es como si me llamara.
Necesito ponerme en movimiento.
Es una fuerza atrayente.
Irresistible.
He de ir hacia ella.
Llegar a ella.
Es como si un imán tirase de mí.
Tan solo con fijar mi mirada en el horizonte
siento la energía que me invade,
me seduce,
me apasiona,
me lanza hacia lo desconocido.
¿Desconocido?
¡No!
Sé quien está allí.

Voy hacia ti.
Espérame.

viernes, 18 de abril de 2008

Debajo del puente

Imagen: Diego Mauricio Granados Pérez
Texto: Albert López Vivancos
Palabras inspiradas por la imagen
* * *
La noche infunde un aspecto fantasmagórico a las viejas piedras
que soportan el paso del tiempo.
La erosión es testimonio de sus años.
¿Cuántas almas han cruzado de un lado a otro a través de ese puente
que se torna eterno ante las mentes ávidas de imaginación?
¿Qué fantasías han nacido a cada paso?
¿Cuántas maquinaciones han tomado forma?
¿Cuántos amores se han roto?
¿Cuántas pasiones se han desatado?
Las sombras lo ocupan ahora.
Sombras que danzan como únicos habitantes,
pasantes furtivos,
¿fantasmas del pasado o,
quizás almas en pena, espíritus errantes?

El sonido de mis pasos me acompaña.
Sueño con caballeros andantes en busca de aventura.
Veo nobles y sirvientes con sus vestidos medievales
que van de un lado al otro del pétreo puente.
Niños que juegan a lanzarse piedras
y ancianos que matan las horas pescando
quizás una bota vieja.

Me detengo.
Miro a banda y banda.
La soledad sigue siendo mi única compañera.
Mis manos se posan sobre la piedra.
Mi cuerpo se abalanza brevemente.
Mi vista sigue en la penumbra las piedras
que se pierden en la oscuridad.
Y entre ellas una figura parece ser vigía inmóvil, inerte, infinito
del paso de segundos, minutos, horas y días.
Surgiendo de la propia piedra,
siendo parte de ella,
observa sin observar,
mira sin mirar,
escucha sin escuchar.

Los pasos me alejan de nuevo del puente.
Y en él restan mis fantasías
nacidas del niño que nunca deja de ser niño.